Uno de los puntos fuertes de mi pasado viaje a Japón fue visitar Hiroshima
No os voy a dar la lata histórica sobre la relevancia de esta ciudad y el oscuro pasado que tiene, sino que trataré de haceros sentir lo que yo sentí ahí.
Cómo visitar Hiroshima
Hiroshima es una parada importante en la ruta turística de Japón, ya que no sólo es ciudad importante por el tema bélico, sino que es la parada principal para hacer ruta hasta Mijayima y su famoso Torii en el agua.
Mi alojamiento fue en el hotel cápsula «The Cube», el cual os lo recomiendo tanto por precio como por cercanía a la estación del tren. Si bien su ubicación a la zona cero puede ser un paseo de unos 20 minutos, creo que fue uno de los mejores cápsulas que usé, no sólo por la limpieza y espacio del cubo, sino por todos los servicios que tiene de forma totalmente gratuita.
Qué ver en Hiroshima
Desconocía cómo era ir a Hiroshima, me imaginaba que iba a ser un parque como El Retiro, que cierra a ciertas horas, o que está vallado… pero no, es un parque abierto las 24 horas donde se encuentra tanto el Museo de la paz, estructuras que resistieron al bombardeo y muchos memoriales.
Mi intención era verlo por la noche, ya que seguramente iba a tener una visión diferente del lugar a que si lo comparaba con el día, de hecho, en Google solamente veía fotos de la época y fotos actuales de día, por lo que tenía curiosidad por lo que me iba a encontrar.
¿Qué me encontré?, pues lo primero que vi a esas horas fue el museo, obviamente cerrado, pero ya no sé si por saber lo que ahí pasó, o seguramente por la carga que tiene ese sitio de por sí, no pude evitar soltar algunas lágrimas y sentir el corazón apretado delante de una de las estatuas que ahí habían… En concreto frente a la fuente de la oración.
El gesto, la iluminación, todo ayudaba a que ese sitio me dejara tocado y hundido.
Cuando empiezo a caminar hacia la zona cero, me encuentro con más memoriales, pero lo que más destacaba era la llama eterna del Cenotafio, la tumba vacía que recuerda a todos los muertos del bombareo y cuya llama se apagará cuando todas las armas nucleares desaparezcan de la Tierra…
Silencio, sólo oigo silencio, y si bien hay coches que pasan a sólo unos metros, no oigo ni acelerones ni frenadas ni pitadas. No oigo aves, no oigo el caudal del río…No oigo nada, sólo me oigo mi propia respiración.
Sigo avanzando y me encuentro con la Campana de la Paz, la cual estaba atada para que nadie se pusiera a hacer el tonto con ella por la noche, y ya en frente de ella me encuentro la cúpula que tantas veces había visto en reportajes de la zona.
Me acerqué, leí la historia que se resume en carteles informativos, pero sobretodo miré y miré a esos trozos de hormigón y hierro destrozados por el impacto y la radiación. Di vueltas y vueltas a un paso muy lento tratando de quedarme con cada pequeño rincón del memorial
No sé cuántas vueltas le di a ese montón de escombros.
No sé cuántas vueltas le di a esos restos del horror.
No sé cuanto rato pasé allí. Perdí total noción del tiempo, y no tenía ninguna prisa por recuperarlo.
Volví a casa, quiero decir al hostel, no sin antes pasarme por un combini para las provisiones del día siguiente, y de camino, toparme con una feria de comida y bebida que ya estaba cerrando, me di un par de vueltas pero no tenía hambre, miré lo que había pero nada me llamó la atención
Ducha y a dormir.
El día siguiente repetí el mismo camino hasta la zona cero, pero esta vez tenía como primer objetivo el museo, el cual está perfectamente cuidado y adaptado. Un recinto muy visual, de forma que aunque no supieras nada de lo que ahí pasó, lo podrías entender perfectamente
En la planta de arriba te recibe una animación de cómo fue el bombardeo, además de unos testimoniales en vídeo de los supervivientes. El resto del edificio cuenta el proceso bélico y acaba en una pequeña muestra de objetos que fueron dañados por la radiación, entre ellos, el famoso reloj de pulsera que se detuvo a las 8:15 de la mañana
A la salida se encuentra un reloj muy especial ya que marca 2 tiempos diferentes; uno, el tiempo que ha pasado desde la explosión de Hiroshima, y otro, el tiempo que ha pasado desde la última explosión nuclear realizada en el mundo.
Cuando salgo del museo y repito el mismo recorrido de la noche anterior, sí que hubo mucho más ajetreo de gente, grupos turísticos y autobuses agolpados, pero por suerte, todos con mucho respeto y silencio (me fijé que eran turistas asiáticos), así que supongo por ello el respeto a la zona era constante.
La cúpula seguía siendo impresionante a la luz del día, a su lado, un grupo de ancianos limpiaba el memorial de los estudiantes que se movilizaron durante la época de la guerra. Seguramente serían familiares de aquellos chicos.
Cuando estoy por salir del parque y me paro en frente del memorial, nuevamente se me encoge el corazón y se me caen unas lágrimas con un sentimiento tan fuerte que no fui capaz de contener.
Hiroshima es sin duda una visita obligada si viajas por Japón, ya que es bueno que sobretodo las nuevas generaciones sepan lo que ha pasado en este mundo hace no mucho tiempo, y se tenga en cuenta para que en el futuro no vuelva a suceder.
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